martes, 3 de julio de 2012

"Eres un idiota por dejarla escapar". Y lo sabe. No deja de escuchar esas palabras día tras día. ¿Qué de dónde vienen? es él mismo, es su propio subconsciente el que le recuerda el terrible error que cometió al dejar que ella se marchara para siempre. Y sabe perfectamente que jamás logrará quitarse ese peso del remordimiento de encima. Y sabe perfectamente que jamás encontrará a alguien como ella. Y no le deja dormir. Y no deja de recordar. Y cada recuerdo es como un enorme huracán en su interior que arrasa con todo, pero no deja de recordar. Nada consigue quitársela de la cabeza, ni a ella, ni a su radiante sonrisa deteriorada y convertida en lágrimas cuando él le dijo adiós. Nada consigue que olvide aquella horrible sensación al verla marchar perdida entre tanta gente, tambaleándose de un lado a otro, sin rumbo alguno. Y coge una botella de whisky que sujeta con la mano derecha, y un cigarillo que sujeta con la izquierda. Ha decidido que una noche es una noche, y hoy olvidará por un momento. Un trago de whisky, una calada al cigarro, una lágrima entre medio, otra calada, otro trago, dos lágrimas más y así hasta que el cigarrillo se consume y el alcohol llega a su fin. Cae derrumbado a su cama pero, lejos de su objetivo de olvidar, empieza otra vez. Vuelve a recordar las lágrimas que encharcan la cara de ella. Vuelve a recordar como se desvanece entre la gente. Y en lugar de descansar por una noche, el whisky y el cigarrillo lo único que hacen es que le duela la cabeza y todo le de vueltas a su alrededor. Y piensa. Y recuerda. Y se arrepiente. Y llora. Y grita. Pero nada le libera. Ya no hay nada que se pueda hacer a estas alturas. Nada consigue carlmarlo. Nada consigue que deje de recordar. 

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