lunes, 16 de abril de 2012

You, me, night, beach.


Tú imaginalo, solo un segundo, no te pido más. Cierra los ojos y visualizalo. Tu y yo, cogidos de la mano caminando por la playa. Es de noche, la luna llena brilla como nunca antes lo habia hecho. En mi mano derecha llevo mis tacones, tú, en la izquierda, la botella de vodka. Todo es perfecto, allí no hay nadie, solo estamos nosotros. Jugamos entre las olas, salpicamos, nadamos. Jugamos entre la arena, cuatro tonterias, alguna mirada, alguna caricia. Una noche de descontrol y desenfreno, de pasión, de deseo. Tal vez lleváramos unas copas de más, cosa que no quita que lo que pueda ocurrir sea de verdad. Hacerlo una vez más. La luna cerrará sus ojos para dejarnos intimidad. Ambos sabemos lo que queremos, de verdad vamos a dejarlo pasar? no, no despreciaremos esta oportunidad. De repente, entre esas risas tontas provocadas por el efecto del alcohol se produce un silencio, un silencio abismal. Ambos nos miramos a los ojos, sabemos perfectamente lo que piensa el otro. Dicen que los borrachos siempre dicen la verdad. Nos estamos mirando, sin saber el momento exacto se escapa de nuestros labios algo así como "dejémonos llevar". Todo ocurre como queríamos que ocurriera, esa noche de pasión desencadenada por un beso con la que tanto habíamos soñado. A partir de ahí no hay ni una palabra, sobran. No es lo único que sobra, es como si la ropa pesara, tenemos la necesidad de arrancárnosla. Así lo hacemos. Besos, abrazos, caricias, risas, revolcones una y otra vez hasta que nuestros cuerpos no pueden más. Todo es tan perfecto que no parece ni real. Pero si lo es, buenos días princesa, mira que bonito amanecer. Veis juntos como la luna se marcha para dejar paso al sol, es hora de marcharse, mejor vayámonos.

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