jueves, 19 de abril de 2012

Ni el alcohol fue capaz


Una libreta llena de apuntes, un blog de notas lleno de dibujos, un vaso bien cargado de vodka, pero del bueno, un pintalabios rojo carmín, unos tacones de infarto tirados en medio de la habitación, un mini vestido rojo palabra de honor, una mujer tirada en la cama llorando de dolor. Decidió que esa noche sería la mejor, se lo pasaría en grande y sería la reina de la fiesta. Siendo sinceros, lo consiguió. Consiguió ser el centro de atención, el centro de todas las miradas. Bebió tantos cubatas que son imposibles de contar, fumó tantos cigarrillos que ni ella recuerda el número. Lo pasó en grande, bailó y bailó sin cesar, no dejó de bailar ni un instante. Los hombres la rodeaban para verla relucir, ella se sentía importante. Sin embargo, el único hombre al que ella quería llamar la atención le ignoró, le vio y pasó de largo. No supo muy bien que hacer, si correr y saltar en sus brazos o mostrar rencor hacia él. Se buscaron toda la noche con las miradas, reflejando un mensaje de inseguridad, no se volvieron a encontrar. El alcohol hizo que ella olvidara por un instante el dolor, pero después de unas horas este volvió. Ahora, ahí esta ella, tirada en su cama llorando sin cesar, mareada y con todo el cuerpo dolorido. No consigue dormir ni tan siquiera pensar con claridad. Puta inseguridad, grita asomada a la ventana, debí aprovechar mi única oportunidad, debí correr tras él cuando apareció y me miró, joder, que imbécil fui, dice derramando lágrimas por sus mejillas, ahogándose en su propio llanto. Vuelve a su cama, no deja de dar vueltas, las siete de la mañana, al parecer las horas no pasan.

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